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domingo, 4 de julio de 2010

De chascarrillos populares y paradojas orgullosas

La libertad hoy en día con la que cada individuo puede expresarse, exponerse y exhibirse depende mucho del entorno sociocultural del que dicho individuo se rodea. En estos meses vemos todo tipo de manifestaciones y caminatas a favor de la libertad sexual. Ver la diferente forma de celebración en cada país es enriquecedor cuando hace que te plantees qué funciona y qué no en según qué territorio. Comparar, obviamente, resulta inevitable, pero no es nada malo cuando es por intentar comprender algo más la necesidad del oprimido de ser escuchado, respetado y tratado en igualdad de derechos que el opresor. Por más que homosexuales, bisexuales, transexuales, trisexuales, asexuales o cualquiera que salga de la norma, intentemos declarar vivir sin que nuestra forma de ser nos afecte, lo cierto es que todos hemos vivido situaciones en las que nuestra realidad se ha condicionado simplemente por ser "diferentes". Al fin y al cabo, ¿qué ser humano no se "sale de la norma" en algún aspecto de su vida?

Sin embargo, hay un punto en común en toda explosión contra la represión: la enfatización de una forma de ser como contraposición a lo que no esta permitido. Caminar por las calles en plena manifestación de reclamo de igualdad también supone un paradójico encuentro con las formas que más reprimimos nosotros mismos. Las etiquetas que nos otorgamos o nos otorgan hacen que, aunque todos mantengamos una visión de unión, nos segreguemos en sectores que, en muchas ocasiones, ni siquiera sabemos respetar. Las carrozas del Orgullo Gay Madrid 2010 y las diferentes organizaciones que marchaban hacían entender una unión de una población dividida. Las lesbianas, los gays, los osos, los homosexuales de Asturias, los de la Rioja, los anticlericales, los cristianos gays, los musculosos, los góticos, las trans, los pasivos/activos/vestátiles... Todos marchando por un reclamo de igualdad contra el que habitualmente nosotros mismos atentamos.

No me lavo las manos, soy el primero que se ríe y disfruta de las bromas entre comunidades. Sólo hizo falta ir a uno de los escenarios para ver a una drag mofarse de una trans y de una ponka (desconozco este término en Madrid, me lo traje en la maleta desde Puerto Rico para seguir etiquetando) y decirles lindeces como: "Nena, esas tetas además de leche dan sombra" o "Maricón, si tu estás más maquillada que yo". Los chascarrillos (además de demostrar un ingenio y talento a la hora de saber hacerlos) pasan de bromas en las fiestas a discriminación en el diario vivir.

La paradoja de exigir lo que no sabemos dar nos demuestra que el hombre, como ser con el don de errar, también debe ser consciente de sus errores.

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