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lunes, 29 de agosto de 2011

Una inyección de cosas buenas

Hoy, dentro de las mil cosas que tenía que hacer, ocurrió algo que me hizo sentir de una forma particularmente paradójica. A la vez pude sentir la felicidad por lo que estaba viviendo (lo que provocó a la vez un gran agradecimiento) y por otro lado la tristeza porque, lo que me estaba pasando, no era en mi país. Es una espina que no se me quita, pero que sirve en potencial para agradecer aún más todo lo que recibo aquí.

Hoy, entre montajes, llamadas, ensayos y gestiones, me tomé un momento para entrar en la cafetería del Centro de Bellas Artes y me encontré a dos grandes actrices compañeras a las que admiro, una de las mejores productoras del país y un crítico de teatro. Cuando llegué, sin entender, me dijeron: "Mira, de ti estábamos hablando". Pregunté intrigado por qué, todos me conocen por haber trabajado juntos pero no esperaba que le estuvieran hablando a otra persona que no me conoce sobre las cosas que soy capaz de hacer. En realidad me pasmé y no supe ni qué decir para agradecer lo bonito que fue el momento para mi.

Hoy, entre risas y charlas, "el actor español invitado" se sintió el "teatrero español que vive en Puerto Rico".

Hoy es el día en que siento el reconocimiento de mi trabajo. No es la fama de que te reconozcan en la calle, es el hecho de que tus compañeros reconozcan tus capacides. Y sé que como hoy, cada día, cada vez que alguien piensa en recurrir a mi por mi forma de responder, por mi disponibilidad, por mi talento para actuar o cantar en todo tipo de obras, por confiar en mi como productor o por otorgarme fondos para seguir haciendo teatro en Puerto Rico, debo dar las GRACIAS.

Hoy veo a muchos compañeros que no tienen la misma suerte que yo de salir de un proyecto y entrar en otro, de ser lo menos inestable posible dentro de la inestabilidad de cualquier profesión artística.

Hoy, incluso, ver a un mendigo bañándose con agua de un charco, me estremeció por apreciar que pago mis cosas con dinero ganado haciendo lo que amo, que trabajo en lo que amo y que lo único que sé hacer y quiero hacer el resto de mi vida es lo que amo. Y no todo el mundo tiene ese privilegio.

Hoy, quiero ser como ese teatrero de Puerto Rico que hace decenas de producciones para seguir adelante, ese teatrero versátil que no he conocido en ningún otro lugar del mundo. Y no voy por mal camino, en 4 años he trabajado en más de 20 producciones como actor, asistente de dirección, productor, asistente de productor, regidor, maestro...

Hoy, no me quiero ir nunca de un país que me ha demostrado y dado tanto.

Hoy, el hecho de que otros me quieran aquí, me hace quererme un poquito más a mi mismo.

Hoy, la pregunta de si me gusta vivir en Puerto Rico, sobra.

Hoy, a todos los que han confiado en mí (y eso incluye a los de España que entendieron y aceptaron que debo estar aquí): GRACIAS.

miércoles, 17 de agosto de 2011

No me llames extranjero

No me llames extranjero porque haya nacido lejos,
o porque tenga otro nombre la tierra de donde vengo.
No me llames extranjero porque fue distinto el seno
o porque acunó mi infancia otro idioma de los cuentos.
No me llames extranjero si en el amor de una madre
tuvimos la misma luz en el canto y en el beso
con que nos sueñan iguales las madres contra su pecho.

No me llames extranjero, ni pienses de dónde vengo,
mejor saber dónde vamos, adónde nos lleva el tiempo.
No me llames extranjero porque tu pan y tu fuego
calmen mi hambre y mi frío, y me cobije tu techo.
No me llames extranjero, tu trigo es como mi trigo,
tu mano como la mía, tu fuego como mi fuego,
y el hambre no avisa nunca, vive cambiando de dueño.



Y me llamas extranjero porque me trajo un camino,
porque nací en otro pueblo, porque conozco otros mares,
y un día zarpé de otro puerto,
si siempre quedan iguales en el adiós los pañuelos
y las pupilas borrosas de los que dejamos lejos,
y los amigos que nos nombran y son iguales los rezos
y el amor de la que sueña con el día del regreso.

No, no me llames extranjero, traemos el mismo grito,
el mismo cansancio viejo que viene arrastrando el hombre
desde el fondo de los tiempos, cuando no existían fronteras,
antes que vinieran ellos, los que dividen y matan,
los que roban, los que mienten, los que venden nuestros sueños,
ellos son, ellos son los que inventaron esta palabra: extranjero.

No me llames extranjero, que es una palabra triste,
que es una palabra helada, huele a olvido y a destierro.
No me llames extranjero, mira tu niño y el mío
cómo corren de la mano hasta el final del sendero,
no los llames extranjeros, ellos no saben de idiomas,
de límites, ni banderas, míralos, se van al cielo
por una risa paloma que los reúne en el vuelo.

No me llames extranjero, piensa en tu hermano y el mío,
el cuerpo lleno de balas besando de muerte el suelo,
ellos no eran extranjeros, se conocían de siempre
por la libertad eterna e igual de libres murieron.
No me llames extranjero, mírame bien a los ojos,
mucho más allá del odio, del egoísmo y el miedo,
y verás que soy un hombre, no puedo ser extranjero.

Rafael Amor