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miércoles, 25 de agosto de 2010

Hay días...

Hay días en los que desde que te levantas hasta que te acuestas, Uno se siente en contra del mundo y el mundo se siente en contra de Uno. Uno se levanta temprano, sólo y sin descansar bien, por el ruido del diluvio que está cayendo. Uno llega tarde al lugar al que va. Uno va cargado con tres mochilas que pesan, caminando bajo el sol, sudando y corriendo de un lugar al otro. Ese día, Uno no entiende qué hace en el lugar donde está, haciendo lo que hace y sin hacer nada para dejar de hacerlo. Uno no se da cuenta de que más de uno le sonrió, le animaron, le hicieron sentirse parte de un grupo y le ofrecieron ayuda en diferentes formas. Porque lo único que piensa Uno es en que se le derramó el ice tea en la única comida basura que tuvo tiempo de comprar, convirtiéndola en una basura de comida, y otras mil tonterías que convirtieron su día en un infierno. Hay días que era mejor que Uno no se hubiera levantado.

Uno

miércoles, 4 de agosto de 2010

Tanto

Tanto que escribir, y tan pocas ganas de vaciarme... Dejémoslo en un consejo sencillo: cuídate, sé feliz, ama todo lo que puedas y haz feliz a los que te rodean. No es tan difícil, créeme. Si duele más tarde, estarás satisfecho y orgulloso de haberlo dado todo.

jueves, 15 de julio de 2010

Cambiando

Cada vez que se aproxima un cambio en mi vida, me echo a temblar. La comodidad de la estabilidad siempre me ha resultado agradable, aún cuando esa estabilidad no era necesariamente lo que quería para mi vida. Desde emigrar a otro país hasta el final de un viaje de vacaciones, desde cambiarme de casa hasta cambiar mi estado sentimental, requiere un gran esfuerzo ante las sensaciones que se apoderan de mí.

Sin embargo, para ser una persona que teme los cambios, creo que no he hecho otra cosa desde que tengo 17 años. Tal vez por eso, a estas alturas, siento que no tengo nada y que lo tengo todo. Las preocupaciones cada vez llegan con más fuerza, la ansiedad por lo que va a pasar me atormenta y empiezo a querer atar todos los cabos que andan sueltos acerca de mi futuro.

Ayer mismo lo hablaba con una buena amiga, de esas con las que te puedes desnudar por dentro y antes de quitarte la capa ya te ha visto completo. Ella jura vivir anclada en el presente, en el momento, en caer en cierta apatía o desgana por plantearse qué va después, cuál es el siguiente paso. Aunque se preocupa por el camino de su vida, a veces se siente capaz de dejarlo todo por el aquí y ahora. Yo no me considero igual, me torturo con lo que quiero para el futuro aunque sepa disfrutar el presente y medito demasiado sobre las acciones para ser consecuente con ellas. Pero mi miedo a los cambios, hace que toda decisión más o menos importante que pueda ser clave para mi vida futura sea desplazada al último momento, al punto de no retorno, al "ahora o nunca". No se trata de vivir al límite, se trata de dejar para mañana lo que deberías haber hecho hoy, porque es más fácil no preocuparse hasta que no queda más remedio. En realidad, eso no me gusta de mí.

Así que, ahora que se acerca otro cambio grande y decidido en mi vuelta a Puerto Rico, voy a poner todo mi empeño, no voy a dejar las cosas para el final, no voy a guiarme por sentimientos de miedo o negativos, me voy a lanzar a la piscina en todos los sentidos de mi vida. Al fin y al cabo, el que no tiene nada, no tiene nada que perder.

Y me respondo a mi mismo: "No quiero palabras, quiero hechos".

domingo, 4 de julio de 2010

De chascarrillos populares y paradojas orgullosas

La libertad hoy en día con la que cada individuo puede expresarse, exponerse y exhibirse depende mucho del entorno sociocultural del que dicho individuo se rodea. En estos meses vemos todo tipo de manifestaciones y caminatas a favor de la libertad sexual. Ver la diferente forma de celebración en cada país es enriquecedor cuando hace que te plantees qué funciona y qué no en según qué territorio. Comparar, obviamente, resulta inevitable, pero no es nada malo cuando es por intentar comprender algo más la necesidad del oprimido de ser escuchado, respetado y tratado en igualdad de derechos que el opresor. Por más que homosexuales, bisexuales, transexuales, trisexuales, asexuales o cualquiera que salga de la norma, intentemos declarar vivir sin que nuestra forma de ser nos afecte, lo cierto es que todos hemos vivido situaciones en las que nuestra realidad se ha condicionado simplemente por ser "diferentes". Al fin y al cabo, ¿qué ser humano no se "sale de la norma" en algún aspecto de su vida?

Sin embargo, hay un punto en común en toda explosión contra la represión: la enfatización de una forma de ser como contraposición a lo que no esta permitido. Caminar por las calles en plena manifestación de reclamo de igualdad también supone un paradójico encuentro con las formas que más reprimimos nosotros mismos. Las etiquetas que nos otorgamos o nos otorgan hacen que, aunque todos mantengamos una visión de unión, nos segreguemos en sectores que, en muchas ocasiones, ni siquiera sabemos respetar. Las carrozas del Orgullo Gay Madrid 2010 y las diferentes organizaciones que marchaban hacían entender una unión de una población dividida. Las lesbianas, los gays, los osos, los homosexuales de Asturias, los de la Rioja, los anticlericales, los cristianos gays, los musculosos, los góticos, las trans, los pasivos/activos/vestátiles... Todos marchando por un reclamo de igualdad contra el que habitualmente nosotros mismos atentamos.

No me lavo las manos, soy el primero que se ríe y disfruta de las bromas entre comunidades. Sólo hizo falta ir a uno de los escenarios para ver a una drag mofarse de una trans y de una ponka (desconozco este término en Madrid, me lo traje en la maleta desde Puerto Rico para seguir etiquetando) y decirles lindeces como: "Nena, esas tetas además de leche dan sombra" o "Maricón, si tu estás más maquillada que yo". Los chascarrillos (además de demostrar un ingenio y talento a la hora de saber hacerlos) pasan de bromas en las fiestas a discriminación en el diario vivir.

La paradoja de exigir lo que no sabemos dar nos demuestra que el hombre, como ser con el don de errar, también debe ser consciente de sus errores.

miércoles, 30 de junio de 2010

No puedo vivir sin...

Todo ser humano, por naturaleza, necesita. Tal vez unos más que otros, sentimos que no podemos vivir sin unas u otras cosas en mayor o menor intensidad. Sólo hay que observar o conversar con la gente para entender que somos un ser sociable que depende. Ya sea por costumbre, educación, búsqueda, imitación o adicción, he llegado a vivir necesidades que atentaban incluso contra mi propio principio de individuo y mi afirmación de hombre único.

Los aspectos que he necesitado han ido cambiando en función de las diferentes etapas que he vivido. A veces incluso he necesitado aquello que no estaba aún en mi vida, aquello que ni siquiera sabía que existía o que, quizás, no exista. Otras me han dado todo lo que he necesitado, y otras he necesitado darlo todo. He sabido depender de mi trabajo, del teatro, de la compañía de la gente, de mi cultura, del dinero, de saber, de los buenos momentos... Pero depender no tiene una cara positiva cuando tienes lo que necesitas, y una negativa cuando eso está ausente. Depender siempre es negativo pero a la vez, inherente del ser humano. Tal vez la solución sea derrumbarse y aceptar que "te/lo" necesito, "te/lo" quiero porque me hace sentirme más humano, porque me hace sentirme más vivo, porque me hace sentirme más real.

Ahora, en la medida que puedo, elijo lo que necesito. Pero me engañaría a mi mismo si no reconociera que necesito más de lo que elijo.