Cada vez que se aproxima un cambio en mi vida, me echo a temblar. La comodidad de la estabilidad siempre me ha resultado agradable, aún cuando esa estabilidad no era necesariamente lo que quería para mi vida. Desde emigrar a otro país hasta el final de un viaje de vacaciones, desde cambiarme de casa hasta cambiar mi estado sentimental, requiere un gran esfuerzo ante las sensaciones que se apoderan de mí.
Sin embargo, para ser una persona que teme los cambios, creo que no he hecho otra cosa desde que tengo 17 años. Tal vez por eso, a estas alturas, siento que no tengo nada y que lo tengo todo. Las preocupaciones cada vez llegan con más fuerza, la ansiedad por lo que va a pasar me atormenta y empiezo a querer atar todos los cabos que andan sueltos acerca de mi futuro.
Ayer mismo lo hablaba con una buena amiga, de esas con las que te puedes desnudar por dentro y antes de quitarte la capa ya te ha visto completo. Ella jura vivir anclada en el presente, en el momento, en caer en cierta apatía o desgana por plantearse qué va después, cuál es el siguiente paso. Aunque se preocupa por el camino de su vida, a veces se siente capaz de dejarlo todo por el aquí y ahora. Yo no me considero igual, me torturo con lo que quiero para el futuro aunque sepa disfrutar el presente y medito demasiado sobre las acciones para ser consecuente con ellas. Pero mi miedo a los cambios, hace que toda decisión más o menos importante que pueda ser clave para mi vida futura sea desplazada al último momento, al punto de no retorno, al "ahora o nunca". No se trata de vivir al límite, se trata de dejar para mañana lo que deberías haber hecho hoy, porque es más fácil no preocuparse hasta que no queda más remedio. En realidad, eso no me gusta de mí.
Así que, ahora que se acerca otro cambio grande y decidido en mi vuelta a Puerto Rico, voy a poner todo mi empeño, no voy a dejar las cosas para el final, no voy a guiarme por sentimientos de miedo o negativos, me voy a lanzar a la piscina en todos los sentidos de mi vida. Al fin y al cabo, el que no tiene nada, no tiene nada que perder.
Y me respondo a mi mismo: "No quiero palabras, quiero hechos".
Me identifico contigo en cada línea. Gracias por apalabrar algo que siempre supe en mi mente, pero que no podía reproducir en blanco y negro.¡Éxito! =0)
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