El ser humano constantemente se plantea y cuestiona qué es el amor. Y no me refiero a lo que uno siente por sus seres queridos, su familia allegada o el cariño por un espacio, objeto o lugar. No me refiero al amor a tu país, al amor a tus hermanos, el amor a tu bandera o el amor que sientes por la mascota que cuidas. Todas estas versiones de amor no tienen un punto de elección, es un sentimiento que uno tiene por consecuencia de haber nacido en un lugar, en una familia y en un momento específico, de tener una serie de experiencias. Entonces, ¿el Amor sentimental, se puede elegir?
Yo quiero hablar del Amor, el amor de una relación, el amor que, como seres humanos, nos hace establecer un compromiso, el que te hace decidir compartir una vida con alguien y caminar en la misma dirección. El Amor que cambia de cara, cambia de nombre, de forma y de intensidad. Pero que cuando se va, duele de la misma manera.
Yo volví a perder el mío cuando ni siquiera quería encontrarlo. Yo no he podido en mi camino recorrido tomar una decisión sobre hacia quién enfocar mis sentimientos. Yo no soy un ser racional. Yo no soy racional. Yo no. Mi búsqueda es constante: soy un eterno enamorado.
Durante mucho tiempo he intentado controlar lo que he sentido, aprender de mis experiencias y de las de los demás, escuchar los consejos de mis amigos y de la gente con quien comparto mis problemas. Pero no lo he logrado. Me he dado cuenta de que no sé controlar a Amor, y que Amor, en mi caso, no se puede elegir. Sería fácil decidir amar a quien más te ama, pero conmigo no funciona así. Sin embargo, conozco gente que cree poder, que controlan sus sentimientos a base de sus intereses y conveniencia y, aparentemente, la felicidad no les falta. Tal vez lo que pasa es que, en este momento de sus vidas, lo único que quieren amar es a sí mismos. O no. Tal vez, simplemente, Amor existe de forma diferente en cada ser humano.
Por los momentos de felicidad y compañía, por los problemas superados, por las excursiones que se quedaron pendientes, por aquel estratégico café que te lleve a casa, por la gastronomía compartida (te regalo mis croquetas y te robo tus papas molestas), por las Navidades en España, por Juno, por mi cara al conocer a Sofía. Amor, empecé escribiéndote en general, y acabé haciéndolo personal.
Hace tiempo te escribí que te necesitaba. Pero hoy descubrí cuánto.
sábado, 11 de junio de 2011
jueves, 9 de junio de 2011
Si no te sale escribirlo, busca dónde leerlo
VIDA
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
José Hierro
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
José Hierro
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